dimanche 16 mai 2010

POIESIS LÚDICA Y VERBAL


Le sistre de l'enfant dieu Ihy, avec la Vache Hator.


Llama la atención la cantidad de juegos y juguetes arquetipales cuyos nombres están vinculados con términos característicos de lo sagrado. ¿Se puede uno preguntar por qué? ¿Y tratar de proponer una respuesta?

La poiesis es una acción que consiste en realizar un objeto artificial en función de un saber. Veremos cómo el juego y el juguete son poiesis. Cultura inmaterial y cultura material.

« Todo lo que vive es redondo », dice mi viejo amigo Pierre Dumont. Y se puede añadir que todo lo que es redondo es sagrado. El círculo: la figura perfecta de matemáticos, religiosos y esoteristas: la que no tiene ni principio ni fin...
Empezaremos pues por el ‘cércol’ en catalán, cerceau en francés, aro en español.
Las palabras cércol y cerceau derivan del latín circulus, y éste ultimo procede de circus, que designa a la vez el ‘círculo’ y el ‘circo’.
Circus deriva del griego kirkos (Κίρκ), directamente vinculado a kirké, (Κίρκη), de donde procede ‘Circe’, la hechicera de la Odisea, hija de Helios, redondo éste, a su vez.
¿Cuál ha sido el devenir de kirké, en alemán y en inglés? ¡ Kirche y church, que significan ‘iglesia’!
Circo e iglesia: el mismo origen. ¿Y el mismo combate? Posiblemente. Y ¿contra qué?

Veamos ahora los dados de jugar, en latín alea.
En la expresión « Alea iacta est », el término alea ha conservado el significado de ‘suerte: ‘la suerte está echada’. En efecto, echar los dados es dar la palabra al azar, que es el otro nombre de Dios o de los dioses, en el pensamiento mágico.
Notaremos que Alea es uno de los nombres de Minerva, diosa de la sabiduría y de la guerra, nombre de doble carga semántica contradictoria, siendo esta característica una de las marcas más señaladas de lo sagrado.

¿Y el juego de la Oca?
Todos sabemos que el juego de la Oca es un laberinto iniciático.
Su origen es posiblemente el mehen o “juego de la serpiente”. En el Antiguo Egipto, Mehen era el Dios Serpiente, protector del Sol en su periplo nocturno. Parece ser que el premio para el ganador era un pasaje en la barca del Sol, para así renacer como él, después de su muerte.
El juego del mehen constaba de una serpiente enroscada sobre sí misma, troceada en muchas secciones y los jugadores utilizaban peones para avanzar hacia la salida que era ... ¡el pico de la Oca solar!
El ave y la serpiente: el mismo símbolo iniciático que el dios Quetzalcóatl (la “Serpiente emplumada”).
Por otra parte, el Camino de Santiago está jalonado de municipios que llevan el nombre de Oca o Ansar, que son sinónimos, y según una periodicidad que recuerda la de las Ocas en el juego. Y bien se sabe que el Camino de Santiago es en realidad un recorrido iniciático, de la vida hacia la muerte simbólica, a la ida (del Sol naciente hacia el Sol poniente), y de la muerte hacia la vida, a la vuelta: el renacer después de la iniciación.
Además, pienso que la Oca es un animal “trinitario”, ya que se mueve en tres ámbitos: la tierra, el agua y el aire, de ahí su carácter sagrado de pontifex, o sea de puente intermediario entre la Tierra y el Cielo.

El rombo, también llamado bramadera, zumbador o churinga, etc., es un buen ejemplo de instrumento ritual “venido a menos”.
Claude Lévi Strauss, en su libro “Triste tropiques” (1955), lo presenta en su entorno original: cuenta cómo los bororos de Amazonia utilizan unos ejemplares que miden de treinta centímetros hasta un metro cincuenta, asegurando que el ruido que producen es la voz de los espíritus que visitan al pueblo. Añade que a las mujeres les está terminantemente prohibido ver dichos rombos bajo pena de una buena paliza.
No olvidemos los “bull-roares” de los aborígenes australianos, ni similares artefactos que fueron hallados en yacimientos prehistóricos, de hueso éstos últimos.
Para corroborar la experiencia de Lévi Stauss, también podemos acudir a unos autores más antiguos, por ejemplo Clemente de Alejandria (150 – 215) que describe ciertos “juguetes” de Dioniso niño, llamados “rhombos”, lo que significaba “ruedas mágicas”, y que se utilizaban en diferentes ritos divinatorios.
Además, el rombo está vinculado a la “vesica piscis”, de donde salen las mandorlas.
El rombo, supuestamente destinado a convocar a los espíritus o a los dioses, en realidad servía para exorcizar miedos sobrenaturales de diversa índole y para tranquilizar al pueblo.

La historia de la palabra francesa cerf-volant, en español ‘cometa’, es muy reveladora de la pérdida de las raíces culturales del juego y del juguete, y de paso, de los propios orígenes lingüísticos.
En efecto, esta denominación, aparece en 1669, es decir 34 años después de la fundación de la academia francesa por el Cardenal de Richelieu... De manera totalmente infundada, en ella surge el ciervo o venado (cerf en francés); en realidad, procede del occitano sèrp-volaira o serp-volanta que significa ‘serpiente voladora’. Esta etimología es coherente con el nombre de este artefacto en diferentes idiomas: en ruso, se llama Змей (pronunciado «zmiei»), palabra que también significa ‘serpiente’. En búlgaro el mismo vocablo quiere decir ‘dragón’.
Si acudimos al castellano, encontramos ‘cometa’ (en femenino). Pues bien, la palabra raíz, en griego, es κομήτης (cometes), que significa cometa como sustantivo y peludo, como adjetivo.
Es evidente que el cerf-volant, la cometa, es un instrumento mágico, utilizado para exorcizar el supuesto maleficio representado por el cometa, y por eso adopta su misma forma, de cabellera, de dragón o de serpiente, según la visión que tiene del cometa la civilización concernida.

Sistros, carracas, crótalos, sonajeros...
¡Gran familia, ésta, de los idiófonos!
¿Instrumentos de culto o de música sagrada, soportes de magia, juguetes?
¿Y si fueran todo eso, a la vez?
Los primeros sistros aparecen probablemente en el Antiguo Egipto, o en Oriente, unos miles de años antes de Jesucristo.
Existían en Egipto dos tipos de sistros: el sakhm o sajm, constituido de una caja de resonancia con anillos metálicos, y el saischschit, formado por la cabeza de la Vaca Hator con sus cuernos entre los cuales estaban fijados varios discos metálicos, ensartados sobre unos hierros.
La utilización de aquellos sistros era estrictamente sagrada y ritual: se reservaba a las mujeres y a Ihy el niño dios, y eso durante las danzas y los cantos en honor a la diosa Hator.
Posteriormente, los coptos los adoptaron como instrumentos rituales.
Otros idiófonos similares coexistían con el sistro: címbalos, campanillas de bronce, así como unos collares musicales constituidos de un par de crótalos y pequeños címbalos.
El menat egipcio era un gran collar de perlas que se utilizaba como carraca.
Y es que la carraca, que es de la familia de los sistros, tiene una larga y compleja historia...
Las primeras, en manos de hombres prehistóricos, fueron posiblemente intercesoras en la comunicación con el dios del trueno y del rayo, cuya “voz” seca y crepitante imitaban, en un afán de apaciguar su ira.
Desde el origen, su papel fue alejar o exorcizar peligros y maleficios; es así como los judíos las utilizaron para borrar de la Historia el recuerdo de su enemigo Haman, tocándolas ruidosamente durante la festividad de Purim.
Y los cristianos no se quedaron atrás en las practicas mágicas, ya que hace poco todavía, en Semana Santa se tañía el ‘matracón’, oyéndose el ‘matraqueo’, supuestamente para sustituir a las campanas de viaje a Roma, como se les cuenta a los niños en Francia, pero en realidad para fustigar a los judíos culpables de haber matado a Jesús. En algunos pueblos, por ejemplo en Villafáfila (Zamora) o en Villaroya de la Sierra (Zaragoza), era el momento llamado “matar judíos”...
El propio sonajero no se libra de la magia: era tradición incluir en él siete guijarros o semillas, con el fin de que el niño, al agitarlo, alejara de sí los siete pecados capitales.

¿Quién se atrevería a decir que el columpio es tan sólo un inocente juego de parques infantiles?
En griego, columpio se dice αίώρα, (aiora) y este vocablo designaba antiguamente todo lo que sirve para colgar en el aire, la cuerda para ahorcarse, el columpio, la hamaca, una vasija colgada en un templo o cerca de una tumba, la parra (es decir la vid) o el vuelo de un pájaro, etc.
En Atenas, las αίώραι (aiorai) eran fiestas en honor de Erigone. Y, ¿qué nos dice la mitología? Nos dice que Erigone se suicidó, ahorcándose, al ver que su padre había sido asesinado por unos vecinos a quienes había enseñado a beber vino, y que, en conmemoración de esta muerte, las muchachas se balanceaban en unos columpios, durante las dionisiacas fiestas de las vendimias.
¿Un rito de purificación? ¿De exorcismo, de sustitución a un sacrificio humano? Con toda probabilidad. Y también un rito de vértigo, el “ilynx” de Roger Caillois, rito asimismo de fertilidad y de transgresión sexual, como se ve en el cuadro de Fragonard (1767), “L’escarpolette”...

La muñeca.
No sorprenderá a nadie que en esta charla hable de la muñeca —en francés poupée, en alemán puppe, o el inglés puppet (títere, marioneta)—, palabras éstas últimas derivadas del latín pupa, ni que en griego antiguo, muñeca se decía κóρη. (‘kore’).
No descubriré nada diciendo que tanto pupa en latín como kore en griego significaban a la vez « niña » y « muñeca ».
Lo que me interesa aquí, es que la niña romana ‘pupa’, al llegar a la pubertad, entregaba su muñeca ‘pupa’ a Venus.
¿Qué nos puede enseñar esta confusión semántica ? ¿Qué la niña era una muñeca, o que la muñeca era una niña ?
Creo que las dos cosas a la vez : en el momento de la pubertad —o de la iniciación—, se realiza un sacrificio ritual: muere la niña para que nazca la mujer. Morir para crecer. Aparecen aquí las dos caras de la violencia de lo sagrado : ritual, a través de la muerte de la niña, e institucional en el mito religioso gobernado por Venus.
Más adelante, la muñeca será para la mujer adulta un soporte ritual capaz de reinicializar lúdica y simbólicamente los beneficios del sacrificio fundador de su identidad sexual y social.

El papel ritual y social del juego.
Todos los ejemplos referidos tienden a probar la intimidad de los vínculos existentes entre el juego y los juguetes por una parte, y la magia y lo sagrado por otra.
En este punto, no podemos pasar por alto una definición de “lo sagrado”.
Por favor, dejemos a Dios tranquilo, y digamos que lo sagrado es ante todo un derivado del sacrificio que preside a la fundación de cualquier grupo humano: “sacrificio” es sacer facere, o sea ‘hacer [que algo sea] sagrado’ .
Del sacrificio fundador brotan todas las Instituciones, los saberes, las reglas sociales, la estructuración de la persona, etc., y por supuesto también el juego, hasta tal punto que Joan Huizinga pudo definir al Hombre como “Homo ludens” en su ya clásica obra maestra.
Sin ahondar demasiado en el tema, porque no tenemos tiempo ni espacio, diremos que la magia, los ritos y lo sagrado son conceptos y prácticas destinados a mantener el orden entre los hombres, luchando contra la peor de las plagas, la violencia, a escala individual y colectiva, siempre dispuesta a manifestarse de forma destructora en los períodos de cambios: el circo y la iglesia.

En nuestro caso, el juego y el juguete son realizaciones artificiales elaboradas en el seno de unos contextos socioculturales determinados. Son poiesis y son ritos.

La conclusión a la que llegamos, es que el juego, en un principio, no es un juego sino un rito plenamente implicado en el mantenimiento del orden, a condición que se inscriba, eso sí, en un mito coherente.

Y el caos empieza cuando ya no hay mito, el mito no funciona, o es una insensatez como lo son la mayoría de los que imperan hoy en día...
Antes de su iniciación, el niño vive en un espacio-tiempo « sagrado », es decir regido por la violencia pre-sacrificial, y por lo tanto exento de los tabúes de los adultos; así es como tiene libre acceso (lúdico y pre-iniciático) a los objetos de los cultos rituales. Vive en « plural », gobernado por las reglas que rigen este plural, puesto que sólo adquiere su individualidad adulta a través de la iniciación. —Notemos, a este respecto, que en los idiomas el plural es filogenéticamente anterior al singular.—
Hoy en día, a falta de mitos y de ritos iniciáticos coherentes, la gente vive en el caos de la violencia pre-sacrificial, es decir no institucionalizada. El rechazo de las reglas, sean sociales, del juego o de la ortografía, tanto los desbordamientos en los estadios como la ludopatía, son en realidad una vana tentativa de llamada al sacrificio que haría “reset” en lo colectivo y lo individual.
¿Será que ya se agotó la eficacia de los juegos de estructuración violenta del orden (los dioses y las religiones, las patrias, las guerras, etc.) y que llegó el tiempo de poner en marcha el juego de la solidaridad y del amor?

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